El poder de la pregunta: pensar, hablar, desconcertar en clase

Hacer preguntas va mucho más allá del modelo original de impartir conocimientos. Pero la adquisición de meros conocimientos suele ser bastante difícil para nosotros en la vida cotidiana. Y la mayoría de las veces, probablemente sólo lo conseguimos en pequeñas porciones bien medidas que se supone que nos guían rápidamente de A a B, por lo que todos – no sólo nuestros alumnos; y por las más diversas razones- nos esforzamos en que estos caminos sean cortos.

Pero hacer preguntas es más que todo eso. Quienes se preguntan sobre un tema llegan, aunque sea de forma indirecta, a puntos de vista y luego también a percepciones que difícilmente habrían considerado en el curso de la adquisición clásica de conocimientos. En este contexto, siempre recuerdo cómo – como se suele decir – Werner Heisenberg, aquejado de su alergia, en una cura en Helgoland, mientras observaba las ondas, acabó insistiendo en que el modelo newtoniano del átomo difícilmente podía ser la clave para entender el mundo, y con sus elaboraciones aportó entonces claves decisivas a la mecánica cuántica.

No estoy en condiciones de decir si esta última historia es una de las muchas leyendas. Pero el arte de hacer preguntas es una disciplina que se ha subestimado criminalmente en las lecciones escolares hasta el día de hoy, y vale la pena traerla a primer plano una y otra vez.

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